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Texto actividadl gy Nuunghota cbenpanR 10, 2016 278 pagcs Mark Twain Samuel Langhorne Clemens (Florida, condado de Monroe, Missou ri, 30 de noviembre de 1835 Stormfield, Nueva York, 21 de abril de 1910), mejor conocido por su pseudónimo literario Mark Twain, fue un humorista y escritor muy popular y famoso de los E stados Unidos. Biografia Nació en la diminuta aldea de Florida, en Missouri, donde sus pad res habían emigrado cerca de un próspero tío s or278 ja y unos veinte escla s to View nut*ge negros.
A los cuatro bal (Missouri), puerto en el Mississippi, y all s recuerdos de sus novelas tra na tienda, una gran dó ala cercano Hanni udios. Muchos de lo están inspirados en la hacienda de su tío y en el pueblo de Hannib Al morir su padre, en 1847, se vio impelido a trabajar para sosten er la familia como aprendiz en imprentas y llegó a ser tipógrafo; ya en 1851 publicaba relatos de viajes en el periódico de su hermano, un cabeza loca llamado Orion, el Journal de Muscatine.
Con este hermano emprenderá otras aventuras diversas en busca de dinero fácil tras la firma del tratado GuadalupeHidalgo en 1848. Mientras, trabaja en imprentas de
En San Francisco trabajó como periodista en The Californian, pero fue despedido tras disputas con sus editores, que se negaban a publicar sus artículos más con trovertidos. Entre ellos, uno sobre la discriminación hacia los chinos y otro sobre la brutalidad policiaca. Los trabajos eriodísticos de esta época fueron recogidos más tarde en Mark T wain of the Enterprise (1857). Tras quedarse sin trabajo y sin dinero, estuvo a punto de suicidars e. A partir de 1864 empezó a frecuentar a otros escritores, uno de ellos Artemus Ward, humori sta también y conferenciante, que le animó y le enseñó el negocio de las conferencias.
Soportó a duras penas a Francis Bret Harte, con quien colaboró en algunos proyectos y al que acusó de abandonar a su esposa y ser un sablista consumado; su relato La rana saltarina del condado de Calaveras (1865) le dio una súbita popularidad y firma ese mismo año un contrato con el Sacr mento Union para escribir una serie de cartas sobre el servicio de pasajeros del recién inaug urado serwcio de barcos de vapor entre San Francisco y Honolulú; aparece ya perfilado su estil o con una inimitable y mordaz ironía. Sus editores (Webb, Bliss), empez mordaz ironía.
Sus editores (Webb, Bliss), empezaron a engañarle sistemática e impunemente sobre las ventas de sus obras. En 1867 viajó a Europa y Tierra San ta, aprovechando para escribir su libro de viajes Los inocentes en el extranjero (1869), do nde explota humorísticamente y de forma epistolar son cartas publicadas pri meramente en periódicos orteamericanos por un lado, la decadencia, pretenciosidad y el a ristocratismo antidemocrático europeos, y, por otro, el provincianismo paleto y la irreverencia de los estadounidenses en contacto con Europa.
En 1870 se casó con Olivia Langdon, el gran amor de su vida, a quien llamó Livy. Olivia era hija de un capitalista progresista que ayudó a escapar a muchos esclavos como parte de la red de liberación llamada Tren Subterráneo. Al p rincipio Olivia no prestó atención a Samuel, pero trás un año de cartas diarias, terminó por enamorarse del escritor.
Sigue escribiendo libros de viajes, como A tramp abroad (1880) so re una excursión a los Alpes y la Selva Negra alemana, y el clásico Vida en el Mississippi ( 1883), compuesto con materiales publicados o redactados anteriormente y que centra u n periodo de introspección sobre su infancia y juventud y en el que figuran los más valiosos li bros narrativos del escritor: Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Las aventuras de Huckleberr y Finn (1884).
Una inversión en un nuevo tipo de linotipia, la linotipia Pai inversión en un nuevo tipo de linotipia, la linotipia Paige, le arruin ó completamente en el pánico de 1893, pero logró salir de los números rojos dando conferencias or todo Estados Unidos y alrededor de todo el mundo: publicó sobre esta experiencia el libr o de viajes Siguiendo del Ecuador (1897). Convenció al general Grant para que editase sus memorias.
Se le murió su hija mayor, Susy, de meningitis, Livy se queda inválida y otro hijo muere por descuido suyo, como dolorosamente cuenta en su Autobiografía, inédita en espa ñol y traducida recientemente (Madrid: Espasa, 2004) y el escritor se sumió en un negro pesmls mo y en una temible misantropía, de forma que incluso él mismo se dio cuenta de que lo que escribía por entonces era demasiado mordaz e impublicable para los parámetros de ent nces y dejó instrucciones para que se editase tras su muerte; hizo un agotador viaje con su mujer por Sudáfrica, Calcuta, Australia y Nueva Zelanda dando conferencias y se quedaron a viv ir en Nueva York. Su mujer murió en Florencia en 1904. Su hija Jean súbitamente en 1909; de este golpe apenas se recuperó y murió cuatro meses después, el 21 de abril de 1910, e n Stormfield, Nueva York. Sólo le sobrevivió una hija.
Fue reconocido mundialmente durante los últimos años de su vid a, y recibió, entre otros, el doctorado Honoris Causa por la universidad de Oxford (Inglaterra en 1907. CONTENIDO DEL LIBRO Voy a poner por escrito un cuento, tal como me lo contó uno que lo sabía por su padre, el cual lo supo anteriormente por su padre; este último de igual manera o habla sabido por su padre.. y así sucesivamente, atrás y más atrás, más de trescientos años, e n que los padres se lo transmitían a los hijos y así lo iban conservando. Puede ser histori a, puede ser sólo leyenda, tradición. Puede haber sucedido, puede no haber sucedido: pero podría haber sucedido. Es posible que los doctos y los eruditos de antaño lo creyeran; es po sible que sólo a los Indoctos y a los sencillos les gustara y la creyeran.
Capítulo I Nacimiento del príncipe y del mendigo En la antigua ciudad de Londres, un cierto día de otoño del segun do cuarto del siglo XVI, le nació un niño a una familia pobre, de apellido Canty, que no lo de seaba. El mismo día otro niño inglés le nació a una familia rica, de apellido Tudor, que sí lo desea ba. Toda Inglaterra también lo deseaba. Inglaterra lo había deseado tanto tiempo, y lo había e sperado, y había rogado tanto a Dios para que lo enviara, que, ahora que había llegado, el puebl o se volvió casi loco de alegría. Meros conocidos se abrazaban y besaban y lloraban. Todo el mundo se tomó un día de fiesta; encumbrados y humildes, ricos y pobres, festejaron, bailaro n, cantaron y se hicieron más cordiales durante días y noches.
De dia Londres era un espectácul o digno de verse, con sus alegres banderas ondeando en cada balcón y en cada tejado y co n vistosos desfiles por las on vistosos desfiles por las calles. De noche era de nuevo otro espectáculo, con sus grandes f ogatas en todas las esquinas y sus grupos de parrandistas alegres alborotando en,torno de ella s. En toda Inglaterra no se hablaba sino del nuevo niño, Eduardo Tudor, Príncipe de Gales, qu dormía arropado en sedas y rasos, ignorante, de todo este bullicio, sin saber que lo servían y lo cuidaban grandes lores y excelsas damas, y, sin importarle, además. Pera no se hablaba del otro niño, Tom Canty, envuelto en andrajos, excepto entre la familia de mendigos a quie nes justo había venido a importunar con su presencia. Capítulo II La infancia de Tom Saltemos unos cuantos años.
Londres tenía mil quinientos años d e edad, y era una gran ciudad… para entonces. Tenía cien mil habitantes algunos piensan que el doble. Las calles eran muy angostas y sinuosas y sucias, especialmente e la parte en que vivía Tom Canty, no lejos del Puente de Londres. Las casas eran de madera, con el segundo piso proyectándose sobre el primero, y el tercero hincando sus codos más allá del segundo. Cuanto más altas las casas tanto más se ensanchaban. Eran esqueletos d e gruesas Vigas entrecruzadas, con sólidos materiales intermedios, revestidos de yeso. Las vigas estaban pintadas de rojo, o de azul o de negro, de acuerdo al gusto del du eño, y esto prestaba a las casas un aspecto muy pintoresco.
Las ventanas eran chicas, con c ristales pequeños en forma de diamante, y se abrían n bisagras, como puertas e diamante, y se abrían hacia afuera, con bisagras, como puertas La casa en que vivía el padre de Tom se alzaba en un inmundo call ejón sin salida, llamado Offal Court, mas allá de Pudding Lane. Era pequeña, destartalada y casi ruinosa, pero estaba atestada de familias miserables. La tribu de Canty ocupaba una ha bitación en el tercer piso. El padre y la madre tenían una especie de cama en un rincón, pero T om, su abuela y sus dos hermanas, get y Nan, eran libres: tenían todo el suelo para ellos y podían dormir donde quisieran.
Había restos de una o dos mantas y algunos haces de p ja VleJa y sucla, que no se podían llamar con propiedad camas, pues no estaban acomodado s, y a puntapiés se les mandaba a formar un gran montón, en la mañana, y de ese mont ón se hacían apartijos para el uso nocturno. Bet y Nan, gemelas, tenían quince años. Eran niñas de buen coraz ón, suclas, harapientas y de profunda ignorancia. Su madre era como ellas. Mas el padre y la a buela eran un par de demonios. Se emborrachaban siempre que podían, luego se pele aban entre sí o con cualquiera que se les pusiera delante; maldecían y juraban siempre, ebrios o sobrios. John Canty era adrón, y su madre pordiosera. Hicieron pordioseros a los niños, mas no lograron hacerlos ladrones.
Entre la desgraciada ralea pero sin formar parte de ella que habitaba la casa, había un buen sacerdote viejo, a quien el rey había deudo sin casa ni h ogar con sólo una pensió unas cuantas monedas de ostumbraba llamar a los una pensión de unas cuantas monedas de cobre, que acostumbraba llamar a los niños y enseñarles secretamente el buen carnlno. El padre Andrés también enseñó a Tom un poco de latín, y a leer y escribir; y habría hecho otro tanto con las niñas, pero éstas temían las burlas de sus migas, que no habrían sufrido en ellas una educación tan especia Todo Offal Court era una colmena igual que la casa de Canty. Las borracheras, las riñas y los alborotos eran lo normal cada noche, y casi toda la noche. Los de scalabros eran tan comunes como el hambre en aquel lugar. Sin embargo, el pequeño Tom no era infeliz. Lo pasaba bastante mal, pero no lo sabía.
Le pasaba enteramente lo mismo que todos los muchachos de Offal Court, y por consiguiente suponía que aquella vida era la ver dadera y cómoda. Cuando por las noches volvía a casa con las manos vacias, sabía que su pa dre lo maldeciría y olpearla primero, y que cuando el hubiera terminado, la detesta ble abuela lo haría de nuevo, mejorado; y que entrada la noche, su famélica madre se deslizaría furtivamente hasta él con cualquier miserable mendrugo de corteza que hubiera podido gua rdarle, quedándose ella misma con hambre, a despecho de que frecuentemente era sorpr endida en aquella especie de traición y golpeada por su marido. No. La vida de Tom transcurr(a bastante bien, especialmente en v erano.
Mendigaba sólo lo necesario para salvarse, pues las leyes contra la mendicidad eran estrictas, y graves las penas, y reservaba buena parte ores ra escuchar los encantad y reservaba buena parte de su tiempo para escuchar los encantad ores viejos cuentos y leyendas del buen padre Andrés acerca de gigantes y hadas, enan os, y genios, y castillos encantados y magníficos reyes y príncipes. Llenósele la cabeza de todas estas cosas maravillosas, y más de una noche, cuando yacía en la oscuridad, s obre su mezquina y hedionda paja, cansado, hambriento y dolorido de una paliza, dab a rienda suelta a la imaginación y pronto olvidaba sus penas y dolores, representánd ose dellciosamente la espléndida vida de un mimado príncipe en un palacio real. Con el iempo un deseo vino a cautivarlo día y noche: ver a un príncipe de verdad, con sus propio s ojos.
Una vez les habló de ello a sus camaradas de Offal Court; pero se burlaron y escarnecie ron tan despiadamente, que después de aquello guardó, gustosamente para si su sueño. A menudo leía los viejos libros del sacerdote y le hacía explicársel os y explayarse. poco a poco, sus sueños y lecturas operaron ciertos cambios en él. Sus p ersonas ensoñadas eran tan refinadas, que él empezó a lamentar sus andrajos y su suciedad, y a desear ser limpio y mejor vestido. De todos modos siguió jugando en el lodo y divirtiéndose on ello, pero en vez de chapotear en el Támesis sólo por diversión, empezó a encontrar u n nuevo valor en él por el lavado y la limpieza que le procuraba.
Tom encontraba siempre algún suceso en torno del Mayo de Che apside y en las ferias, y de cuando en cuando, él y el resto de Londres tenían oportunidad de pr Cheapside y en las ferias, y de cuando en cuando, él y el resto de Londres ten(an oportunidad de presenciar una parada militar cuando algún famoso Infortunado era llevado prisionero a la Torr e, por tierra o en bote. Un día de verano vio quemar en la pira de Smithfield a la pobre Ana Aske y a tres hombres, y oyó a un exobispo predicarles un sermón, que no le interesó. Sí, la vida de Tom era variada, y, en conjunto, bastante agradable. Poco a poco, las lecturas y los sueños de Tom sobre la vida princi pesca le produjeron un efecto tan fuerte que empezó a hacer el príncipe, inconscientemente. Su discurso y sus modales se volvieron singularmente ceremoniosos y cortesanos, para gran ad miración y diversión de sus íntimos.
Pero la influencia de Tom entre aquellos muchachos em pezó a crecer, ahora, de día en día, y con el tiempo vino a ser mirado por ellos con una especi e de temor reverente, como a n ser superior. iParecía saber tanto, y sabia hacer y decir tantas c osas maravillosas, y además era tan profundo y tan sabio! Las observaciones de Tom y los actos de Tom eran reportados po r los niños a sus mayores, y éstos también empezaron a hablar de Tom Canty y a considerarlo como una criatura extraordinaria y de grandes dotes. Gente madura le llevaba sus d udas a Tom para que se las solucionara, y a menudo quedaba pasmada ante el ingenio y la sa biduría de sus decisiones. De hecho se tornó un verdadero héroe para todos cuantos le conocía n, excepto para su propia familia; ésta, en realidad, Poco d él.