Metodologia de la ciencia politica

Metodologia de la ciencia politica gy KcIuinMckicr ‘IOF6pR 17, 2011 196 pagos METODOLOGÍA DE LA CIENCIA POLíTlCA Gustavo Ernesto Emmerich UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA Metodología de la ciencia política UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOIITANA Presentación La palabra «‘metodología» (del griego methodos, camino hacia algo, y logos, estudio: el estudio del camino hacia el conocimiento) tiene varias acepciones habituales, que conviene clarificar.

En un extremo, puede referirse a los principios y fundamentos de la ciencia del conocim iento, con lo que se identifica casi con la necesaria reflexión q ntendida, la episte la ciencia en sentido epistemológicos pec orlos oga o ésta como la la ciencia; así r general, relativa a da a los problemas particular. E-n el otro extremo, el término «metodología» suele también utilizarse para englobar los problemas prácticos de la investigación: cómo elaborar un proyecto, cómo ejecutarlo, qué técnicas utilizar.

En esta acepción, bien podría denominarse «tecnología» si no fuera porque este último término está ya muy claramente identificado con la aplicación del conocimiento científico a la producción de bienes y servicios; proponemos entonces bautizar como metodología-técnica» al diseño de proyectos y al estudio y la aplicación de técnicas de investigación.

En una postura intermedia entre las dos anteriores, pero no menos importante, la palabra

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«metodología» designa el tipo de cuestiones que nos hacemos al intentar abordar un campo específico de la realidad: ¿por dónde comenzar, dónde establ establecer el punto de partida, cómo encaminar el análisis de los hechos, cómo vincular el conocimiento previo (la teor(a) con la investigación de lo nuevo o desconocido? La respuesta a estas preguntas, pensamos, no puede ser abstracta y general, ino que ha de vincularse al específico objeto de conocimiento por abordar y a la teoría que explique cómo es esa realidad.

En efecto, de la concepción de la realidad (teoría) dependerá cómo intentemos acercarnos a ella (método). Sugerimos adjetivar como «metodología-teórica» a esta tercera acepción, para remarcar su estrecha vinculación con la teoría sustantiva. Ahora unas palabras sobre este libro y su estructura interna. Su breve primer capítulo, de rápida lectura, procura introducir de manera amena algunos de los aspectos problemáticos del conocimiento científico.

El egundo capítulo ofrece una visión sumamente apretada de los grandes modelos históricamente existentes del proceso de conocimiento, y los vincula con los clásicos de la ciencia social. El tercer capitulo se refiere a la ciencia y el método científico, y a su aplicación en las ciencias so-ciales; al final de él se incluye una «guía» para la investigación empírica. El capítulo 4 está dedicado a ubicar a la ciencia política en el ámbito de las ciencias sociales, a examinar su relación con la filosoffa política y a analizar los problemas de su objeto específico y su perspectiva ana-lltlca.

Hasta aquí, los capítulos dedicados a la epistemología regional de la ciencia poltica. Los dos capítulos siguientes se centran en la metodología teórica de la ciencia política. En el capítulo 5, tras fundamentar con base en Mannheim la inherente pluralidad teóric politica. En el capítulo 5, tras fundamentar con base en Mannheim la inherente pluralidad teórico-metodológica de las ciencias sociales, se reseñan las propuestas metodológicas de Comte, Durkheim, Marx, Weber, Parsons, Merton e Easton, procurando relacionarlas con sus respectivas cosmovisiones y planteamientos eórico-sustantivos.

Con la intención de «dar voz» a los autores estudiados, se utilizan extensas citas de ellos cuando es necesario y posible. Será útil que el estudiante considere estas propuestas metodológicas como auténticas «guías» para la investigación, y las confronte tanto entre sí como con la presentada al término del capítulo 3.

El sexto y último capítulo resume y compara algunos aspectos de las propuestas metodológicas examinadas, presenta unos «sistemas de coordenadas» con la idea de orientar al estudiante en sus propias decisiones teórico-metodológicas, y xtrae algunas sencillas conclusiones finales sobre la diversidad ideológica y metodológica de la ciencia política. En todo momento se ha procurado que la exposición sea sintética y accesible al estudiante promedio de licenciatura.

Los contenidos se pre- sentan en forma clara y concisa, y de manera afirmativa, esto es, se exponen las diversas concepciones analizadas tal como fueron planteadas por sus sostenedores, evitando polemizar con ellos. Cuando ha resultado indispensable hacer un comentario crítlco, una comparación o una aclaración, el autor ha cuidado que ésta ea claramente distinguible de la exposición del tema en cuestión (generalmente mediante la utilización de corchetes, y en otras ocasiones señalando que se trata de «nuestra opinión»).

Con la intención de facilitar la comp señalando que se trata de «nuestra opinión»). Con la intención de facilitar la comparación entre corrientes o escuelas, se han introducido numerosos esquemas y cuadros sinópticos, con obvia pérdida de riqueza conceptual, pero -confiamos- con ganancia didáctica. En todo caso, el estudiante debe remitirse a las lecturas indicadas para cada tema, a efecto de formarse su propio oncepto de los asuntos examinados.

Al final del libro se incluye además una breve bibliografía complementaria sobre la temática general del texto. El objetivo general del libro es constituir una obra de consulta ele-mental, en la que se procura trazar un «mapa», o más modestamente un «croquis», de los principales problemas metodológicos de la ciencia política. Partimos del pnncpio de que una verdadera instruccón universitaria es aquella que formula las preguntas iniciales, procurando que sea el estudiante quien, con su esfuerzo intelectual, busque y en cuentre las respuestas.

Esperamos que estas páginas brinden no sólo un conocimiento sumario de las temáticas aquí abordadas, sino -sobre todo- la capacidad y el interés de continuar profundizando en ellas. Si este libro tiene algún mérito, en mucho lo debe a otras personas. En primer lugar, a los alumnos del autor en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, y en otras universidades de México, Argentina y Brasil; sus aportes, sus preguntas y su deseo de aprender motivaron la redacción de estas páginas, estimulada, además, por el concurso para la elaboración de libros de texto al que anualmente convoca la UAM-

Varios profesores contribuyeron en diversas formas a este texto. En la UAM-I, Manuel Larrosa colaboró generos 40F profesores contribuyeron en diversas formas a este texto. En la UAM-I, Manuel Larrosa colaboró generosamente en todo momento, desde la discusión de su estructura inicial y la recopilacón de materiales, hasta la revisión del borrador; Ennque de la Garza formuló útiles comentarios que, al igual que los de un dictaminador anónimo, permitieron salvar algunos defectos del libro.

En Argentina, con ocasión de una estancia allí del autor, Néstor Legnani, de la Universidad de Belgrano, aportó bibliog afia ideas; Carlos Acuña, Atilio Borón, Felipe Duarte, Mercedes Kerz, Eugenio Kvaternik, Julia Novillo Quiroga, Gustavo Pinard, Cristina Reynals, Daniel Rodriguez Lamas, Emilio Saguir, Cecilia Senén González, Mario Serrafero, entre muchos otros, brindaron su hospitalidad y reflexiones. Ninguno de ellos, obviamente, es responsable del resultado final.

El libro abarca dos grandes dimensiones de la metodología de la ciencia tica, presentadas en forma sintética y accesible para estudiantes de licenciatura. .a primera es una reflexión epistemológica sobre la disciplina, concia en cuatro capítulos. El primero de ellos introduce de manera amena inos de los aspectos problemáticos del conocimiento científico. El indo capítulo ofrece una visión de los principales modelos del pro-> de conocimiento y los vincula con los clásicos de la ciencia social.

El ;r capítulo se refiere al método científico y a su aplicación en las ciencias ales. El capítulo cuatro ubica a la ciencia política en el ámbito de las cias sociales, estudia su relación con la filosofía politica y examina los )lemas de su objeto específico y su perspectiva analítica. va segunda dimensión es lo que podría bjeto específico y su perspectiva analítica. .a segunda dimensión es lo que podría llamarse metodología teórica a ciencia política.

Tras fundamentar con base en Mannheim la inhe-e pluralidad teórico-metodológlca de las ciencias sociales, el capítulo ito reseña los principales aspectos de los métodos positivista, mate- istadialéctico, comprensivo, estructural-funcionalista y sistémico, a és del examen de Comte, Durkheim, Marx, Weber, Parsons, Merton iston. El sexto y último capítulo presenta unos «sistemas de coorde-as» con la idea de orientar al estudiante en sus ropias decisiones icometodológicas, y extrae algunas sencillas conclusiones finales re la diversidad ideológica y metodológica de la ciencia politica.

México, D. F. , marzo de 1997 METODOLOGÍA DE LA CIENCIA POLí ICA Índice Capítulo 1 Introducción a algunos problemas del conocimiento científico Capítulo 2 Modelos del proceso de conocimiento Capítulo 3 Ciencia, método y ciencias sociales Capitulo 4 Ciencias sociales, ciencia política y filosofía política Capítulo 5 El método y «10 político» en los clásicos Capítulo 6 Conclusiones Bibliografía complementaria 15 2543 77 99 185 198 apítulo 1 Introducción a algunos problemas del conocimiento científico Comentario Inicial La aventura de la ciencia es a la vez fascinante y riesgosa.

Es fascinante intentar llegar a ese punto en que podamos decir, con Sócrates: «Sólo sé que no sé nada». Somos muchos los que no sabemos nada, orancia supina, la ignorancia por negligencia. la ignorancia socrática, paradójicamente, se necesita saber mucho: es la actitud del sabio que, precisamente por ser sabio, se percata de que en realidad no sabe nada; es el modo de aquel que al abrir las puertas de la sabiduría descubre tras ellas un. niverso infinito, complejo, inasible.

La ciencia es fascinante porque cada partícula de conocimiento abre perspectivas enormes al intelecto que se afana en conocerlo todo, sin lograrlo nunca a cabalidad. Y es riesgosa porque esos micrones de conocimiento que a duras penas vamos adquiriendo, pueden ir contra nuestras creencias personales más arraigadas y sumirnos asi en un mar de incertidumbre existencial. O pueden ir contra los dogmas generalizados en la sociedad o grupo en que vivimos, exponiéndonos a la reprobación social en sus diversos géneros.

Por otro lado, por el poder que nos da para domeñar a la aturaleza y -en menor medida- a la sociedad, o sea a los seres humanos, la ciencia corre el riesgo de ser utilizada para los peores fines, como el exterminio bélico o el adormecimiento del espíritu que puede causar una propaganda política de estilo goebbelsiano, por poner sólo dos ejemplos. Fascinación y riesgo, acompañados de -como decía Max Weber-, pasión, disciplina e inspiración.

Pasión por ese diminuto campo a que dedicamos nuestros esfuerzos, y cuyo conocimiento, esperamos, «salvará nuestra alma». Disciplina lógica, disciplina metodológica, disciplina de un rabajo cotidiano que no reconoce horarios ni fronteras. Y raras veces, si el hado nos favorece, inspiración, el roce de las musas. Eso es el trabajo del científico, buscando siempre la verdad, esquiva como la diosa Fortuna. La objetividad y el problema de la verdad El egipc la verdad, esquiva como la diosa Fortuna.

La objetividad y el problema de la verdad El egipcio Ptolomeo sostuvo que el Sol gra alrededor de la Tierra, plenamente convencido de que tal proposición era verdadera, de que describía y explicaba adecuadamente su objeto: la relación entre el astro rey y el planeta en que vivimos. Durante siglos, cientos de millones de seres humanos creyeron a pie juntillas que la teoría geocéntrica de Ptolomeo se ajustaba a los hechos.

Cuando Copérnico, con base en sus cálculos matemáticos sobre el movimiento de los astros, dijo que en realidad es la Tierra la que circunvoluciona alrededor del Sol, en un principio muy pocos compartieron su teoría heliocéntrica. ¿No puede ver, acaso, cualquiera que tenga ojos, que el Sol sale todas las mañanas por el oriente (del latín origo, originis: nacimiento), pasa por nuestras cabezas al mediodía y se oculta por el occidente (del latín ccidere: morir)? ?No pod[a aceptar Copérnico algo tan evidente, en vez de complicarlo con insólitas teorías y engorrosos cálculos que confunden el entendimiento? Sabemos hoy que Copérnico tenia razón, y que su teoría heliocéntrica era la más ajustada a la verdad. Para que se aceptara este nuevo conocimiento hizo falta toda una revolución copernicana, que contribuyó a transformar los modos de pensar y de actuar propios del Medioevo y abrió las puertas al Renacimiento y su revaloración de la ciencia experimental. Tal revolución tuvo varios aspectos centrales.

Uno fue el rechazo al principio de autoridad como fuente de verdad. Por centurias, los europeos habían considerado que lo establecido por los filósofos griegos (fundamentalmente Aristóteles), lo escri considerado que lo establecido por los filósofos griegos (fundamentalmente Aristóteles), lo escrito en la Biblia y lo aprobado por la Iglesia católica necesariamente debía ser verdadero. En el campo de la física y la astronom(a, Copérnico, Galileo y Gior-dano Bruno rompieron con esta tradición, no sin correr riesgos.

Galileo fue obligado por la Inquisición florentina abjurar de la idea de que la Tierra gira alrededor del Sol, que él había podido comprobar mediante la invención del telescopio y la observación de las fases de la Luna a través de éste (confirmando así la teoría copernicana); eppur si muove… , se cuenta que dijo al salir del tribunal. Giordano, que no abjuró, fue quemado vivo en el Campo dei Fiore, en Roma, donde una estatua recuerda hoy su memoria. En otro ámbito, Cristóbal Colón pudo final-mente demostrar que la Tierra no era plana, y que la «mar océana’ no terminaba en abismos insondables poblados de criaturas monstruosas.

En materia religiosa, Jan Huss en Bohemia, Lutero en Alemania, Calvino en Suiza, rechazaron la supremacía doctrinal del Papa, preconizaron la vinculación directa del creyente con Dios y el libre examen de las Escrituras, y fundaron así las primeras iglesias reformadas. Erasmo de Rotterdam creó una nueva forma humanista de entender al ser humano y al mundo, que revolucionó a la propia Iglesia católica y dio sustento a la llamada Contrarreforma: la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos. Otro aspecto de la revolucion renacentista fue la vocación por la empiria, por los hechos, por la experimentación.

Cuando Galileo afirmó que todos los cuerpos caen hacia la superficie de la ierra a igual velocidad, nadie le creyó: todo que todos los cuerpos caen hacia la superficie de la Tierra a igual velocidad, nadie le creyó: todo el mundo pensaba que los cuerpos más pesados caen más velozmente. Cuando finalmente subió a la torre inclinada de Pisa y dejó caer dos esferas, una de plomo y otra de madera -ligera, los asistentes no daban crédito a lo que veían: las dos tocaron tierra en el mismo momento. Galileo había inventadol el método ex-perimental, para poner a prueba sus hipótesis a través de experiencias controladas.

Un tercer aspecto del Renacimiento -que llegó a su plenitud más tardíamente- es que los hechos deben interpretarse y explicarse a la luz de la razón, ya que la simple observación sensorial puede engañarnos. Los ejemplos utilizados ut supra ilustran este punto. Una pluma de ave, una hoja de árbol, caen -en circunstancias habituales- a menor velocidad que una piedra. Pero ello se debe a que dichos cuerpos, extensos, oponen mayor resistencia (fricción) al aire que la compacta piedra. Pero si los introducimos en una cámara de vacío, veremos que pluma y hoja «caen como piedra», con la isma velocidad que ésta.

Es necesario relacionar el movimiento aparente del Sol con el de la Luna, los planetas y las estrellas, medlante complejos cálculos matemáticos, para llegar a la conclusión -contraria a la evidencia sensorial- de que la Luna gira alrededor de la Tierra, y que ésta y los demás planetas lo hacen alrededor del Sol, el cual a su vez gira junto con las demás estrellas que componen nuestra galaxia, la Vía Láctea, alrededor del centro imaginario de ésta. Tiempo después de Copérnico y Galileo, Newton y su ley de la gravedad explicaron el porqué de estos hechos: todos los cuer