Ensayo
Ensayo gy pirulaandtree AQKa5pR 2010 12 pagcs La moral Es mejor ser Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho; es mejor ser Sócrates insatisfecho, que un tonto satisfecho. Y si el tonto o el cerdo son de una opinión distinta, es porque sólo conocen un lado del asunto: el suyo. La otra parte para poder comparar, conoce ambos lados. Nos equivocamos respecto al sentido moral. Su verdadera función no es castigar, reprimir, condenar. Para eso ya están los tribunales, la policía, las cárceles nadie ve en ellos una moral. Sv. ipe to Sócrates muere en p or 12 jueces.
Aquí es, quizá on donde empieza, para da un iempre vuelve a em alguno, allí donde nin tro más libre que sus Sofía. Aquí es, quizá, a moral, y donde osible castigo , allí donde ninguna condena, siempre exterior, es necesaria. La moral empieza en el momento en que somos libres: es esta libertad misma, en su juzgarse y regirse a sí misma. Te encantaría robar tal disco o tal vestido en un centro comercial… pero un vigilante observa, o hay un sistema electrónico de seguridad o, simplemente, temes que te detengan, que te castiguen, que te condenen… sto no es honestidad; es cálculo.
Giges, que anteriormente pasaba por ser un hombre honesto, no supo resistirse a las tentaciones de este anillo: aprovechó sus poderes mágicos para ntrar a palacio, seducir a la reina, asesinar al rey, hacerse con el poder y ejercerlo unicamente en su propio beneficio… en La Republica, el que cuenta esta historia concluye que el bueno y el malo, o supuestamente tales, sólo se distinguen por la prudencia o la hipocresía, o, dicho de otro modo, por la distinta importancia que dan a la mirada del otro, o por su mayor o menor habilidad para ocultarse…
Si el uno y el otro poseyeran el anillo de Giges, ya nada los distinguiría: «los dos perseguirían el mismo fin» Esto equivale a sugerir que la moral no es sino una ilusión, una mentira, un miedo disfrazado de virtud. Basta con poder volverse invisible para que desaparezca toda prohibición, no quedando entonces mas que la persecución, por cada cual, de su placer o de su interés egoísta. ¿Es esto verdad? platón, naturalmente, está convencido de lo contrario. Pero nadie está obligado a ser Platónico…
Para ti, la única respuesta válida está en ti 2 OF V única respuesta válida está en ti mismo. Imagínate, a modo de experimento, que estas en posesión de ese anillo ¿Qué harías? ¿Qué no harías? ¿Seguirlas, por ejemplo, respetando la propiedad de otro, su intimidad, sus secretos, su libertad, su dignidad, su vida? Nadie puede responder por ti: esta pregunta solo te concierne a ti, pero te concierne por entero. Todo aquello que no haces pero que te permitirías hacer, en caso de ser invisible, habla menos de la moral que de la prudencia o de la hipocresía.
En cambio, lo que, aun siendo invisible, seguirías imponiéndote o prohibiéndote, y no por interés sino por deber, sólo esto es propiamente moral. Tu alma tiene su piedra de toque. Tu moral tiene su piedra de toque, donde tú te juzgas a ti mismo. ¿Tu moral? Lo que te exiges a ti mismo, no en función de la mirada del otro o de tal o cual amenaza exterior, sino en nombre de eterminada concepción del bien y del mal, del deber y de lo prohibido, de lo admisible y de lo inadmisible, de la humanidad y de ti mismo.
Concretamente: el conjunto de reglas a las que tú te someterías, incluso si fueras invisible e invencible. ¿Es esto mucho? ¿Es poco? Es decisión tuya. ¿Estarías dispuesto por ejemplo, de poder volverte invisible, a hacer que condenasen a un inocente, a tralcionar a un amlgo, a martirizar a un niño, a violar, a tortura, a asesinar? La respuesta solo depende de ti; moralmente, V martirizar a un niño, a violar, a tortura, a asesinar? La respuesta olo depende de ti; moralmente, tú no dependes más que de tu respuesta. ¿No tienes el anillo?
Esto no te exime de reflexionar, de juzgar, de actuar. Si hay una diferencia real entre un canalla y un hombre honesto, es que la mirada de los otros no lo es todo, que la prudencia no lo es todo. Ésta es la apuesta de la moral y su soledad última: toda moral es en relación con el otro, pero es una relación de sí mismo consigo mismo. Obrar moralmente de tomar en consideración los intereses del otro, ciertamente, pero «a espaldas de los dioses y de los hombres», como dice Platón, dicho de otro modo, sin recompensa ni castigos posibles y sin necesitar para ello mas mirada que la propia. ?Una apuesta? , me expreso mal, puesto que la respuesta, de nuevo, sólo depende de ti. No es una apuesta, es una elección. Sólo tú sabes que debes hacer, y nadie puede decidir por ti. Esta es la soledad y la grandeza de la moral: tú no vales mas que el bien que haces, el mal que te prohíbes, y sin otro beneficio que la satisfacción de obrar correctamente – aunque nadie lo sepa jamás. Es el espíritu de Spinoza «Hacer el bien y sentirse dichoso». Es el espiritu sin más. ¿Cómo sentirse dichoso sin quererse al menos n poco? ?Y como quererse sin dominarse, sin ser dueño de si mismo, sin superarse? Tú mismo, como suele decirse; pero esto no es un juego, e incluso menos un espectáculo. Es tu misma vid 40F suele decirse; pero esto no es un juego, e incluso menos un espectáculo. Es tu misma vida: tu eres, aquí y ahora, lo que tu haces. Es la riqueza, la salud, la belleza, la felicidad… Es absurdo esperar la virtud. Ser un canalla o un hombre de bien, eres tú quien ha de elegirlo, sólo tú: tú vales exactamente lo que tú queres- ¿Qué es la moral?
Es el conjunto formado por lo que un individuo e impone o se prohíbe a sí mismo, pero no fundamentalmente para aumentar su felicidad o su bienestar, lo que no sería mas que egoísmo, sino para tomar en consideracion los intereses o los derechos del otro, para no ser un canalla, para permanecer fiel a determinada idea de la humanidad y de uno mismo. La moral responde a la pregunta «¿Qué debo hacer? «: Es el conjunto de mis deberes, o de los imperativos que reconozco como legítimos — aunque también yo, como todos, pueda violarlos alguna vez- .
Es la ley que me impongo a mi mismo, o que debería imponerme, independientemente de la mirada del otro y de cualquier ensación o recompensa esperadas. «¿Qué debo hacer? ‘ y no: «¿Qué deben hacer los demás? «. Esto es lo que distingue a la moral del moralismo. «La moral – decía Alain- no es nunca para el vecino»: quien se ocupa de los deberes del vecino no es moral, sino moralista. ¿Hay especie más desagradable? ¿Existe discurso mas vano? La moral solo es legítima en primera persona. Decir a alguien «Debes ser generoso» no es hacer gala de generosidad.
Decirle «Debes s OF V primera persona. Decir a alguien «Debes ser generoso» no es hacer gala de generosidad. Decirle «Debes ser valiente» no es gala de valor. La moral sólo vale para uno mismo; los deberes sólo valen para uno mismo. para los demás, la misericordla y el derecho bastan. por otra parte ¿quién puede conocer las intenciones, las excusas o los méritos de otro? Moralmente, solo podemos ser juzgados por Dios, si existe, o por nosotros mismos, y eso basta. ¿Has sido egoísta? ¿Has sido ruin? ¿Te has aprovechado de la debilidad de otro, de su indefensión, de su ingenuidad? ?Has mentido, robado, violado? Lo sabes perfectamente, y este tu saber de ti mismo es lo que denominaos conciencia, el único juez, siempre el único, que moralmente importa. ?un proceso? ¿una multa? ¿Una pena de cárcel? Esto es solo la justicia de los hombres: no es más que derecho y policía. ¿Cuántos canallas hay en libertad? ¿Cuántas personas honradas en prisión? Puedes estar en regla con la sociedad, y sin duda hay que estarlo, pero esto no te exime de estar en regla contigo mismo, con tu conciencia, que en verdad es la única regla. ?Existen, pues, tantas morales como individuos? No. Es la paradoja de la moral: ésta sólo es válida en primera persona pero universalmente, o, dicho de otro modo, para todo ser humano (pues todo ser humano es un ‘ ‘yo»). Al menos así la experimentamos. Sabemos perfectamente que, en la práctica, hay diferentes morales, que dependen de la educación recibi 6 OF V perfectamente que, en la práctica, hay diferentes morales, que dependen de la educación recibida, de la sociedad o de la época en que se vive, de los ambientes que se frecuentan, de la cultura con que uno se identifica…
No hay moral absoluta, o nadie que tenga un acceso absoluto a ella. Pero cuando me prohíbo a mi mismo la crueldad, el racismo o el asesinato, sé también que no se trata simplemente de una cuestión de preferencias, de lgo que dependa del gusto de cada cual. Es fundamentalmente una condición de supervivencia y dignidad de la sociedad, de toda sociedad, o, dicho de otro modo, de la humanidad o la civilización.
Si todos mintieran, ya nadie creería a nadie: ni siquiera se podría mentir (pues la mentira presupone la misma confianza que la quebranta) y toda comunicación se tornaría absurda o vana. Si todos robaran, la vida en sociedad se haría imposible o miserable: ya no habría propiedad, ni bienestar para nadie, ni nada que robar… Si todos mataran, la humanidad o la civilización correr[an hacia su estrucción: ya no habría sino violencia y miedo, y todos seríamos victimas de los asesinos que todos nosotros seriamos…
Esto no son más que hipótesis, pero nos sitúan en el centro de la moral. ¿Quieres saber si tal o cual acción es buena o condenable? Pregúntate que ocurriría si todos se comportaran como tú. Un niño, por ejemplo, tira su chicle en la acera: «Imagínate – le dicen sus padres – que todos hicieran lo mismo: iqué s chicle en la acera: «Imagínate – le dicen sus padres – que todos hicieran lo mismo: iqué sucio estaría todo, que desagradable sería para ti y para todos!
Imagínate, a fortiori, que todos mintieran, que todos mataran, robaran, violaran, agredieran, torturaran… ¿Cómo podrías querer semejante humanidad? ¿Y en nombre de que podrías exceptuarte a ti mismo de lo que quieres? Es necesario, pues, que te prohíbas a ti mismo lo que condenarías en los demás, o que renuncies a apelar a lo universal, es decir, al espíritu o a la razón. Este es el punto decisivo: se trata de someterse personalmente a una ley que creemos vale, o debe valer, para todos.
Tal es el sentido de la célebre formulación kantiana del imperativo categórico, en Fundamentación de la metafisica de as costumbres «Obra únicamente conforme a la máxima que hace que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en una ley universal». Es obrar conforme a al humanidad, en vez de hacerlo conforme a mi «querido y pequeño yo», obedeciendo a la razón ante que a mis inclinaciones o a mis intereses.
Una acción solo es buena si el principio al cual se somete (su máxima) puede valer, por derecho, para todos: obrar moralmente es obrar de tal forma que puedas desear, sin contradicción, que todo individuo se someta a los mismos principos que tú. Esto coincide con el espíritu de los evangelios, o con el de la humanidad (encontramos ormulaciones equivalentes en otras religiones), cuya «máxima s humanidad (encontramos formulaciones equivalentes en otras religiones), cuya «máxima sublime» enuncia Rousseau: «Pórtate con los demás como tú quieras que se porten contigo».
Lo que coincide también, mas modestamente, mas lucidamente, con el espíritu de la compasión, cuya fórmula también enuncia Rousseau «‘mucho menos perfecta, pero quizá mas útil que la anterior: Busca tu bien con el menor daño posible para los demás». Se trata de vivir, al menos en parte, conforme al otro, o mas bien conforme a uno mismo, pero juzgando y pensando. Solo – decía Alain-, universalmente… » esto es la moral. ¿Se necesita un fundamento para legitimar esta moral? No, ni siempre es posible. Un niño se ahoga. ?Necesitas un fundamento para salvarlo? un tirano masacra, oprime, tortura… ¿Necesitas un fundamento para combatirlo? Un fundamento sería una verdad indiscutible que vendría a garantizar la validez de nuestros valores: esto nos permitiría demostrar, incluso a quien no los comparte, que nosotros tenemos razón y que el está equivocado. Pero para ello, primero habría que fundamentar la razón, y esto es lo que no podemos hacer. ?Qué demostración no se basa en un principio que, a su vez, no haya que demostrar primero? ?Qué fundamento, tratándose de valores, no presupone ya la misma moral que el pretende fundamentar? Al Individuo que conceda mas valor al egoísmo que a la generosidad, a la mentira que a la sinceridad, a la violencia o a la crueldad que a la dulzura o la generosidad, a la mentira que a la sinceridad, a la violencia o a la crueldad que a la dulzura o a la compasión, ¿Cómo es posible demostrarle que está equivocado, y que podría esperarse de tal demostración? ¿Qué le importa el pensamiento a quien solo iensa en sí mismo? ¿Qué le importa lo universal a quién solo vive para sí mismo? ?por qué habría de respetar el principio de no contradicción quien no duda en profanar la libertad, la dignidad y la vida del otro? ¿Y por que, para combatirlo, habría que tener primero los argumentos para poder refutarlo? El horror no se refuta. El mal no se refuta. Contra la violencia, contra la crueldad, contra la barbarie, lo que necesitamos no es tanto un fundamento cuanto valor. Y frente a nosotros mismos lo que necesitamos no es tanto un fundamento cuanto voluntad y fidelidad. Se trata de no er indigno de lo que la humanidad ha hecho de sí misma, y de nosotros. ?Por qué habríamos de necesitar para ello un fundamento o una garantía? La voluntad basta, y vale más. «La moral – escribía Alain – consiste en saberse espíritu y, en esta medida, absolutamente obligado; pues nobleza obliga. La moral no es mas que el sentimiento de dignidad». Es respetar la humanidad en uno mismo y en el otro. Esto no es posible sin rechazo. Esto no es posible sin esfuerzo. Esto no es posible sin lucha. Se trata de rechazar la parte de ti mismo que no piensa, o que solo piensa en ti. Se trata de rechazar o, en todo caso, de su 2