Discurso oratoria

Discurso oratoria gy keluism ‘*OF6pR 17, 2011 27 pagos EL DISCURSO Y LA ORATORIA El discurso y la oratoria Conocer un tema no es igual que saber exponerlo. Esta es la importancia de la comunicación oral. En los negoclos o en cualquier otra actividad de interrelación, la forma de hablar, de comunicarse, es una poderosa razón por la que muchas veces se acepta o se rechaza a una persona o a aquello que dice.

En cualquier actividad, si se quiere proyectar la imagen de una persona segura, que sabe hacia dónde va, que tiene una actitud positiva hacia la vida, ideas dinámicas y «don de ente», la palabra es el principal instrumento para transmitir esa imagen a quienes lo rodeam era además hay que saber hablar Sw p to page para ser escuchado. entusiasmo y -en res una cualidad más sin de que el habla es un la vida de relación co nadamente, con PACE 1 or27 na ve bl con eficacia no es ad- pero a pesar ombrey el 90% de hart lo notable es que hacerlo en una simple reunión de trabajo no se considera una tarea sencilla y es motivo de mucha tensión.

En efecto, las encuestas muestran que en

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la escala de situaciones o de objetos que provocan temor, el miedo a hablar en público encabeza la ista, antes que los vuelos en avión, los problemas económicos, la enfermedad o la muerte. Cada actividad humana tiene sus propias modalidades discursivas; se observa una forma singular de comunicarse en el ámbito estudiantil, en el laboral, en el castrense, en el político, en el religioso, en el comercial y en el social.

Pero, aunque el discurso tenga ciertos rasgos especiales en la manera de expresarse, las palabras siempre son el puente para comunicarse. En la conversación diaria suelen ser simples y espontáneas, pero cuando se programa una exposición, las palabras se piensan, se reparan y se busca la mejor forma de decirlas. No es lo mismo la presentación de proyecto en una sala de reuniones que la exposición defendiendo los intereses de una negociación o un discurso político en plena campaña electoral.

En cada caso, se adecua el discurso a los objetivos y se utilizan todos los recursos de la oratoria. En la comunicación es tan importante lo que se dice como la manera en que se dice, de modo que se tienen en cuenta la forma del discurso, las condiciones de un buen orador y las características de los destinatarios a los que va dirigido. En este marco, es necesario aclarar algunos conceptos:

Según el diccionario de la Real Academia Española, discurso es la facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por indicios y señales. En otras palabras, un discurso es una exposición de ideas o conceptos con un objetivo prefijado; es un medio para comunicarse con los semejantes de manera eficaz y de acuerdo con una finalidad. Se distinguen tres tipos diferentes de discursos: 1) Discursos destinados a informar; 2) Discursos destinados a inducir a la acción y 3) Discursos destinados a entretener.

Oratoria es el arte de hablar en público para convencer, deleitar, conmover o persuadir por medio de la palabra, ut 2 OF arte de hablar en público para convencer, deleitar, conmover o persuadir por medio de la palabra, utilizando los medios que brindan la Retórica y la Elocuencia. Se la considera como el arte de hablar con elocuencia. Retórica es el arte del bien decir, de dar al lenguaje la eficacia para deleitar, persuadir o conmover. Es el sistema de reglas y recursos que actúan en distintos niveles en la construcción de un discurso.

Sin embargo, en ocasiones el término puede tener iertas connotaciones negativas: Se dice «Es pura retorica» de un discurso con bellas palabras, pero hueco, sin contenido. También se considera la Retórica como la «teoría de la elocuencia»; y estos dos términos están íntimamente ligados, ya que Elocuencia es la facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar o persuadir. Es la fuerza de la expresión capaz de conmover a través de lo que se dice; significa persuadir con las palabras, los gestos o ademanes y cualquier otra acción capaz de dar a entender algo con viveza.

La elocuencia es un concepto de excelencia; es la capacidad de convencer con el discurso y levar a la audiencia hacia la meta que el orador se propuso. Hablar con elocuencia es saber comunicar de una forma efectlva presentando conocimientos o experiencias que satisfagan las necesidades, las motivaciones o las convicciones del auditorio, y de esta forma poder afectarlos positivamente y lograr el objetivo de la exposición. Si se quiere hablar bien hay que trabajar, pensar y practicar aquello que se quiere exponer. Nadie ha encontrado nunca un buen sustituto que pueda reemplazar la preparación de un d exponer.

Nadie ha encontrado nunca un buen sustituto que pueda reemplazar la preparación de un discurso. «Si tengo que irigir un discurso de dos horas, empleo diez minutos en su preparación. Si se trata de un discurso de diez mlnutos, entonces me lleva dos horas… «. Así se expresaba Winston Churchill, famoso por su elocuencia y por la efectividad de sus palabras. En síntesis, si el discurso es un razonamiento que se comparte con otras personas, la oratoria es el arte de presentar ese razonamiento, de hablar con elocuencia para conmover y persuadir el ánimo mediante la palabra.

La estructura del discurso En un discurso se distinguen tres partes: Introducción, Desarrollo y Cierre. pero, el primer requisito es que el orador tenga claro l objetivo de su discurso: Para qué habla, qué quiere lograr, sobre qué cosa quiere persuadir al interlocutor o al auditorio. En segundo término, a quién le habla: cuáles son las personas a las que está destinado aquello que se dice; cómo son, qué los caracteriza. Una vez esclarecido este aspecto del discurso, se busca un título dinámico y atractivo para captar la atención del auditorio, y recién entonces se le da un orden a la exposición. ) Introducción o Presentación: Una vez que el orador tiene claro el propósito de su discurso, debe concentrarse en encontrar la mejor forma de iniciarlo. El principio de la exposición debe preparar al auditorio para que reciba favorablemente el mensaje, de modo que hay que seleccionar las primeras palabras y crear una expectativa en los oyentes para atrapar su atención y despertar el interés. Este es un aspecto deter expectativa en los oyentes para atrapar su atención y despertar el interés.

Este es un aspecto determinante del discurso, a tal punto que cuando se prepara una exposición es probable que se ocupe mucho más tiempo en buscar los medios para iniciarlo que en estudiar el tema. 2) Desarrollo del tema o Cuerpo del discurso: Es la presentación rdenada de las ideas. Una presentación oral no tendrá éxito ni será posible persuadir a nadie si se presentan los argumentos en desorden; por eso, la secuencia de lo que se dice debe estar encadenada racionalmente.

Se analiza el tema que se desarrollará para distinguir los conceptos importantes de aquellos otros que son secundarios o que solo complementan la idea central. Por otra parte, hay un orden lógico para exponer las ideas; una exposición va creciendo en argumentos, desde los más simples a los más complejos; desde los más débiles hasta los más fuertes, desde los racionales hasta los emotivos. Aunque haya un solo argumento, debe presentarse con ejemplos, anécdotas, citas, etc. ue conecten el discurso con la realidad y le den «vida» Esto no significa abusar de estos recursos porque se corre el riesgo de dispersar al auditorio, de que pierda la idea original y que solo recuerde lo anecdótico. Según el tema que se trate, un buen orador también debe encontrar elementos para llegar emocionalmente al interlocutor, pues este es un componente necesario del discurso persuasivo. 3) Conclusión o cierre: La exposición debe tener una conclusión, un cierre que no deje dudas.

Un final sin fuerza puede invalidar os objetivos, de modo que así como es important s OF dudas. Un final sin fuerza puede invalidar los objetivos, de modo que así como es importante el comienzo del discurso, lo es también la forma en que termina. Las palabras finales son las últimas que se escucharán y las únicas que probablemente se recuerden; si esos conceptos son lo que queda en la mente de los oyentes, hay que encontrar ideas que causen impacto y dejen su marca.

El cierre depende del tipo de discurso, pero son clásicos los finales con una sintesis del tema, un resumen de los argumentos o una reiteración de la idea central para destacar el propósito del iscurso. Algunos oradores -con cierto dramatismo- reclaman la acción colectiva con un alegato: «Enfrentemos juntos este problema»; «Unidos podremos lograrlo»; otros recurren a una promesa: «Si hacemos este esfuerzo, veremos excelentes resultados»; en ocasiones se presenta un desafío: «Ustedes pueden! , «Van a dejarse vencer? » , «Depende de ustedes»; o terminan desde una perspectiva amenazante: «En poco tiempo no habrá solución», «Es ahora o nunca». Una buena práctica que se recomienda -sobre todo a los pnncipiantes- es escrlbir todo el discurso; ayuda a aclarar las ideas y a revisar los argumentos. Luego, se ensaya cada parte con las ayudas visuales que se hayan elegido. Si es posible, grabar lo que se dice es un buen ejercicio para corregir la forma de hablar o reformular su exposición.

Elementos de la oratoria Hay una serie de recursos, propios de la oratoria, que el expositor puede aplicar para darle vida al discurso: Las pausas: Son un arma importante para dominar el ritmo de la exposición. El lapso en 6 OF exposición. El lapso entre palabras, frases o pensamientos no se debe llenar con sonidos tales como «esteee… «, «mmm… «. Usarlos es común, pero es mucho más efectivo dejar ese momento del iscurso sin ningún sonido; puede ser más elocuente que un borbotón de palabras. El silencio también comunica, pero aunque es un elemento de gran utilidad es el menos apreciado.

Es común que el orador se angustie ante su propio silencio; que tema que el auditorio lo interprete como un olvido o una duda sobre lo que está hablando. Pero aunque ese sea el caso, en estas situaciones una pausa bien manejada, sin mostrar nerviosismo ni titubeos sirve para recordar, replantear mentalmente las ideas y el orden del discurso, y retomar el hllo de la exposición. Las pausas pueden usarse como reguladores de la exposición, anto para enfatizar alguna idea como para darle tiempo al auditorio para que capte un concepto abstracto.

Al mismo tiempo, esos breves silencios crean una expectativa que mantiene la atención del auditorio. El orador que se permite una pausa se muestra seguro y capaz de administrar el silencio; esos breves espacios inspiran confianza en los oyentes y son una oportunidad para que el audltorio pueda reflexionar sobre el tema. Por el contrario, demasiada velocidad en el discurso produce un efecto contrario; no da tiempo a registrar las ideas y si se exponen conceptos complejos se corre el riesgo de que el auditorio no los comprenda.

La Dramatización: El disertante debe involucrar al auditorio racional y emocionalmente, de modo que adem Dramatización: El disertante debe involucrar al auditorio racional y emocionalmente, de modo que además de exponer argumentos lógicos debe mover su sensibilidad. En este aspecto, la dramatización está dirgida a despertar y mantener la curiosidad del auditorio, hacerlo pensar, hacerlo sentir y comprometerlo con el objetivo de la exposición. por eso, dramatizar la palabra es darle acción a la exposición de ideas, es animar el discurso.

Se puede dramatizar mediante el uso de un diálogo (imaginario o eal) con el público o con un interlocutor; con una cita de alguna persona reconocida, una narracion o un ejemplo; también se puede mostrar un objeto, formular una pregunta impactante, realizar una afirmación sorprendente y dejar abierta la posibilidad de que el público participe. Hay personas que ejercen cierto magnetismo en el auditorio; tienen una cualidad personal difícil de describir que fascina a los interlocutores.

Son esos oradores que van un paso más allá de la simple expresividad: son emotivos y activos, hablan y se mueven con ardor, despliegan su atractivo con las palabras y los estos; inspiran amor, amistad y logran la adhesión del auditorio. Como contrapartida, otros oradores son fríos, razonadores y no muestran ningún encanto. Estas caracteristlcas suelen ser las de un hombre sabio, lleno de conocimientos para fundamentar sus ideas; pero es probable que el público no tarde en cansarse de su discurso demasiado intelectual y manifieste síntomas de sueño o de aburrimiento.

La exposición será correcta, pero no interesará ni comprometerá al auditorio. Los hará pensar, pero no sentir, y correcta, pero no interesará ni comprometerá al auditorio. Los ará pensar, pero no sentir, y pensar es un trabajo fastidioso para la mayoría de las personas. Pocos son los oradores que triunfan haciendo razonar únicamente, pues lo que necesltan las personas, lo que más reclaman es que las hagan sentir. Por esta razón, el común de la gente prefiere a los oradores que les provocan emociones, los que los hacen reír o llorar.

Se puede decir que la mayoría de las personas reacciona negativamente con aquellos que -aunque sea para enseñarles- las hacen pensar y solamente pensar. Está comprobado que un orador de mediana cultura, pero amable y cordial, sin contar con una pizca de rudición puede adueñarse con facilidad del auditorio; logrará que se mantenga atento, escuchando con placer cada una de sus palabras. Las razones son evidentes: Es el predominio del corazón sobre la cabeza; del sentimiento sobre el raciocinio, del alma sobre la lógica; y el alma es lo que siempre prevalecerá.

Hablar siempre en forma positiva: Según estudios realizados a una persona común le lleva mucho más de tiempo comprender una idea expuesta en forma negativa que una idea expresada en una frase positiva. Por ejemplo, se necesita pensar más para entender «No es cierto que no vine», que «Es cierto que vine»; «No e aconsejo que… » «Le aconsejo que… » Y es que para comprender un concepto por la via negativa, se necesita un doble proceso: primero hay que elaborar el concepto en positivo y luego, sobre esa idea, pensar y comprender la negación. Así se confirma científicamente que exponer con afirmaciones es la mejor forma negación.

Así se confirma científicamente que exponer con afirmaciones es la mejor forma de comunicar; el discurso organizado con oraciones positivas es directo y se comprende más fácilmente porque no caben dudas ni hacen falta ejercicios especulativos, algo que los buenos oradores ponen en práctica casi intuitivamente. Aplicar recursos literarios: La literatura en general y la poesía en especial suelen utilizar un lenguaje figurado para expresar las ideas; palabras con un sentido distinto al que le corresponde, pero que mantienen alguna conexión con el significado de lo que se quiere expresar.

Esas formas de «decir» también enriquecen la oratoria. Hay una gran diversidad de recursos literarios, pero los más comunes son: • Símil: Es una figura retórica que consiste en comparar dos cosas, para dar idea de una de ellas. Ejemplos: Tan bonita como una flor. Luminoso como el sol. • Metáfora: Se traslada el sentido directo de las palabras a otro igurado. Ejemplos: Es la luz de mis ojos. Me gusta la porcelana de su piel. • Hipérbole: Es una exageración totalmente desmedida.

Ejemplos: Sobre ese tema se han escrito ríos de tinta. Te lo he dicho mil veces. Antítesis: Se antepone una frase o una palabra a otra de significado contrario. Ejemplo: Yo llego, tú te vas; Me pregunta siempre, no le respondo nunca. • Retruécano: Se pone a continuación de una frase otra con los términos invertidos para formar un sentido completamente distinto. Ejemplos: No son todos los que están, ni están todos los que son. Comer para vivir omer.