Clasicas de guerra – la historia del bismark
Clásicos de Guerra La realidad del Atlántico Esta no es una historia para los débiles, es una historia real de muerte, venganza y reflexión; una historia a la que muchos entraron y no todos volvieron. Era el año 1942, y la segunda guerra mundial estaba en todo su apogeo. El 51 escuadrón de cruceros de la marina de los Estados Unidos, había estado entrenando durante 14 meses, cuando fueron llamados a entrar en batalla en los mares de Europa, y yo me encontraba en Nuestra nave era el c cuatro cañones de 1 53,3cm; dos lanza to profundas y, unos do ce cm; ora lo conformaban. rmado con de torpedos de 0 rondas de cargas doras de doble barrena de 7,7mm. Eta capaz de alcanzar, con sus cuatro turbinas a gas, unos 42 nudos y medio, lo que para su armamento y sus 12cm de blindaje era el más veloz de su clase. No nos tomó mucho tiempo cruzar el Atlántico hasta Gran Bretaña, donde nos esperaban con gran urgencia. A la noche siguiente de nuestra llegada, se nos informó sobre nuestra primera misión a realizarse al día siguiente. Deb(amos escoltar al buque de batalla «Roswell», desde las aguas al oeste
En la mañana siguiente, nos reunimos con los bu next page uques «Liberty» y «Roswell», siendo este último el orgullo de la armada británica, era el más grande y poderoso de la flota. A las 0700 horas telegramas provenientes de Gran Bretaña, informaban que el acorazado alemán «Bismark» acompañado de otras cinco naves más, se encontraba navegando a 1 50 millas de la costa al norte en el Canal de la mancha. Nuestro plan era emboscarlo con una maniobra de T, de tal forma que quedarían particulares a estribor, y así podríamos disparar todas nuestras armas a la vez.
Pero no sería facial, el «Bismark» era el barco más importante de la armada germana, más grande pesado incluso que el «Roswell». Pero como si fuera poco, la posición del enemigo se encontraba adelantada con respecto a lo que indicaban nuestros cálculos respecto a su velocidad, y terminamos siendo nosotros los emboscados. Los cañones de del «Bismark» no dudaron ni un segundo en descargar todo su calibre sobre nosotros. Debíamos aproximarnos a ellos lo más rápido que pudiéramos, para evitar que los disparos de largo rango impactaran sobre nuestras débiles cubiertas y no contra el blindaje de nuestros cascos.
Pero fue demasiado tarde, y tras recibir múltiples descargas, ante los ojos incrédulos de todos os que estábamos presentes, los proyectiles hicieron estallar el almacén de municiones del «Roswell» en una enorme bola de fuego, que elevó su cubierta unos diez metros en el aire. El calor de la e en una enorme bola de fuego, que elevo su cubierta unos diez metros en el aire. El calor de la explosión fundió mis botas al piso de mi puesto de ametralladora. Nuestras armas se silenciaron, no le dábamos crédito a nuestros ojos.
La popa y la proa del barco se hundieron rápidamente por separadas en posición vertical, incluso en sus últimos momentos, su torreta trasera lanzó un ?ltimo grito de orgullo para nunca más volver del fondo del océano. Una columna de agua de una descarga fallida del enorme buque alemán, que se alejaba rápidamente, nos hizo volver a la realidad de que ya era muy tarde para tomar represalias, y aunque no se dijo ni una palabra todos hicimos un pacto personal de venganza contra el «Bismark».
Pocos días pasaron hasta que se nos presentó una oportunidad de vengar la muerte de nuestros compañeros. El maltrecho «Bismark» se al este para unas reparaciones de puerto. Esta vez nos esforzamos en interceptarlo a tiempo y, para cuando o logramos, se encontraba solo. Los diecisiete barcos que conformaban la flota de ataque lo rodearon velozmente. Los cañones del «Bismark» disparaban ahora en todas direcciones, tratando de zafarse del imponente aro que hacíamos a su alrededor; éste se movía zigzagueante en el poco espacio que tenía para navegar.
Los barcos que nos encontrábamos laterales a él, disparábamos todos nuestros cañones y torpedos. Fue implacable el castigo que recibió para c 3Lvf4 él, disparábamos todos nuestros cañones y torpedos. Fue implacable el castigo que recibió para cuando sus motores se etuvieron y sus torretas terminaron por silenciarse una a una. Más no asi las nuestras, que le disparaban a las estructuras que quedaban visibles del barco que se hundía lentamente.
En cierto momento, nos parecio correcto detenernos para dejar a la agonizante nave irse en paz y reflexionar acerca de lo sucedido. Una mezcla de sentimientos nos invadió; por un lado habíamos cumplido nuestro cometido; y por el otro, sentíamos pena por las vidas de aquellos hombres como nosotros que se ahogaron en aquellas aguas. Pero éramos combatientes y ese era nuestro deber. La guerra aun no había terminado y mundo debería aun ver ucha sangre correr, así como nosotros debíamos también participar en muchas otras misiones en el Pacífico contra los japoneses. pero ninguna con final como el del «Bismark». Finalmente, luego de casi cuatro años en servicio fuimos devueltos a casa al finalizar la guerra. Y fue en ese momento, al voltear a ver por última vez nuestra nave, que me di cuenta de lo afortunados que fuimos al no haber perdido ningún integrante de nuestra tripulación; lo que me enseñó realmente a apreclar lo que la vida nos da, ya que nunca se sabe cuando te lo puede quitar. Esta es mi historia…