Barbero DeLosMediosaLasMediaciones
Barbero DeLosMediosaLasMediaciones gy carolainmiIc12 cbenpanR 10, 2016 45 pagos DE LOS MEDIOS A LAS MEDIACIONES JESÚS MART[NBARBERO Editorial G. Gilli Mexico 1987 2 Mediaciones De Los Medios a Las 2. La comunicación desde la cultura Durante largo tiempo la verdad cultural de estos países importó menos que las PACE 1 oras seguridades teóricas. as. era comunicaclon debía decírnoslo una informacional-, pues _ n cidos de que lo que iótica o ella era posible deslindar el campo y precisar la especificidad de sus objetos.
Pero algo se movió tan fuertemente en la realidad que se produjo un emborronamiento, un errumbe de las fronteras que delimitaban geográficamente el campo y nos aseguraban psicológicamente. Desdibujado el «objeto propio» nos encontramos a la intemperie de la situación. Pero ahora ya no estábamos solos, por el camino había otras gentes que sin hablar de «comunicación» la estaban indagando, trabajando, produciendo: gentes del arte y la política, la arquitectura y la antropología.
Hablamos estructuralista, espacio a través del cual se hace posible su «conversión», esto es, su encuentro con la investigaclón critica. Llamo ideologista a esta etapa porque su objetivo estuvo centrado en descubrir y enunciar, articulando aquellas matrices epistemológicas con una posición de crítica poltica, las estratagemas mediante
La omnipotencia que en la versión funcionalista se atribuía a los medios pasó a depositarse en la ideología, que se volvió objeto y sujeto, dispositivo totalizador de los discursos. Se produjo así un ambiguo recorte del campo de la comunicación que, subsumido en lo ideológico, acabó sin embargo definiendo su specificidad por aislamiento. Tanto el dispositivo del efecto, en la versión psicológico-conductista, como el del mensaje o el texto en la semiótico-estructuralista, terminaban por referir el sentido de los procesos a la inmanencia de lo comunicativo. Pero en hueco.
Y al llenar ese hueco con «lo ideológico» nos quedarnos con el recorte -con el comunicacionismo- y sin especificidad. La mejor prueba de lo que estoy diciendo es que la denuncia política que se hacía desde la comunicación no logró superar casi nunca la generalidad de la «recuperación por el sistema», «la manipulación», etcétera. De la amalgama entre co 2 OF o y denuncia lo que tradujo en una concepción instrumentalista de los medios de comunicación, concepción que privó a estos de espesor cultural y materialidad institucional convirtiéndolos en meras herramientas de acción ideológica.
Con el agravante de que reducidos a Herramientas los medios eran moralizados según su uso: malos en manos de las oligarquías reaccionarias, se transformarían en buenos el día que el proletariado los tomara en las suyas. Esa era la creencia salvo en ciertos reductos militantes en los que el pecado original de haber nacido apitalistas condenaba a los medios masivos hasta la eternidad a servir a sus amos. El Apocalipsis fue la única alternativa a la esquizofrenia. Pero quizá no era mas que su doble. Pues en definitiva la ideologización impidió que lo que se indagara en los procesos fuera otra cosa que las huellas del dominador.
Y para nada las del dominado y menos las del conflicto. una concepción «teológica» del poder -puesto que se lo pensaba omnipotente y omnipresente- condujo a la creencia de que con sólo analizar los objetivos económicos e ideológicos de los medios masivos podía Jesús Martín Barbero saberse qué necesidades generaban y cómo sometían a los consumidores. Entre emisores-dominantes y re inados ninguna seducción ni resistencia, sólo otra figura precedida de este discurso: «Ya está bien de Ideología y de denuncias, seamos serios y empecemos a hacer ciencia».
Entrarnos así en la segunda etapa que podemos denominar cientifista, ya que en ella el paradigma hegemónico se reconstruye en base al modelo informacional y a un revival positivista que prohibe llamar problemas a todo aquello para lo que no tengamos un método. La crisis que después de los olpes militares en el Cono Sur atraviesan las izquierdas latinoamericanas, con su secuela de desconcierto y de repliegue político, sería un buen caldo de cultivo para el chantaje cientifista.
El cortocircuito teórico que se produjo podría describirse así: los procesos de comunicación ocupan cada día un lugar más estratégico en nuestra sociedad, puesto que, con la información-materia prima, se ubican ya en el espacio de la producción y no sólo en el de la circulación. pero el estudio de esos procesos se halla aún preso de una dispersión disciplinar y metodológica tal que os hace imposible saber con objetividad qué es lo que ahí está pasando. Estamos entonces urgidos de una teoría capaz de ordenar el campo y delimitar los objetos.
Y bien, esa teoría existe ya, sólo que su elaboración ha tenido lugar en un espacio algo alejado de las preocupaciones de los críticos: en el de la ingeniería, y se llama teoría de la información. Definida como ‘transmisión de información», la comunicación encontró en esa teoría un marco de cisos, de deslindes incluso de propuestas operativas, todo ello avalado por la «seriedad» de las matemáticas y el restigio de la cibernética capaces de ofrecer un modelo incluso a la estética.
El modelo informacional entra entonces a adueñarse del campo, abonado como estaba por un funcionalismo que sobrevivió en la propuesta estructuralista y en cierto marxismo. Si al modelo semiótico, al del análisis centrado en mensajes y códigos, le faltó un entramado de conceptos capaz de abarcar el campo y deslindarlo sin amalgamas, el deslinde operado por el modelo informacional deja demasiadas cosas fuera. Y no sólo la cuestión del sentido, sino la del poder. Queda fuera toda la gama de preguntas que ienen de la información como proceso de comportamiento colectivo.
Queda fuera el conflicto de intereses que juegan en la lucha por informar, producir, acumular o entregar información, y por consiguiente los problemas de la desinformación y del control. Y al dejar fuera del análisis las condiciones sociales de producción del sentido, lo que el modelo informacional elimina es el análisis de las luchas por la hegemonía, esto es, por el discurso que «articula» el sentido de una sociedad. Ahora bien, el modelo informaclonal llega ahi no en base a lo que dice, sino a lo que presupone.
Y a ese nivel de los presupuestos es donde se halla la complicidad del modelo semiótico do «econom[a» según la informacional: en una s OF plano y el mensaje circula entre instancias homólogas. Lo que implica no sólo el idealismo, contra el que ya Lacan planteó la cuestión del código como espacio de dominio revestido de «encuentro», sino la presunción de que el maximo de comunicación funciona sobre el máximo de información y éste sobre la univocidad del discurso.
Con lo que se hace impensable todo lo que en la comunicacion no es reducible ni homologable a transmisión y medición de información, o porque no cabe como un baile o un ritual religioso- en el esquema emisor/ mensaje/receptor, o porque introduce una asimetría tal entre los códigos del emisor y el receptor que hace estallar la lineariedad en que se basa el modelo. Por otro lado, el paradigma hegemónico se sustenta en una fragmentación del proceso, que es a su vez convertida en garantía de rigor y criterio de verdad.
Esa 4 fragmentación homologa el proceso de comunicación al de transmisión de una información, mejor dicho, reduce aquél a éste. De ahí que convierta en verdad metodológica la separación entre el análisis del mensaje -ya sea ?ste análisis de contenido o de expresión, de estructuras textuales u operaciones discursivas- y el 6 OF análisis de la recepción co o sofisticadamente como universo de lo investigable y los modos de acceso a los problemas. Pero la verdadera envergadura teórica de la racionalidad informacional reside en su noción de conocimiento: «acumulación de información más clasificación».
La tendencia es entonces a dejar sin sentido las contradicciones por considerarlas no como expresiones de conflictos, sino como residuos de ambigüedad. Nos hallarnos ante una racionalidad que disuelve «lo político». Pues lo político es justamente la asunción de la opacidad de lo social en cuanto realidad conflictiva y cambiante, asunción que se realiza a través del incremento de la red de mediaciones y de la lucha por la construcción del sentido de la convivencia social.
De manera que si el primer modelo se resolvía en una concepción instrumental de los medios, esté segundo termina en una disolución tecnocrática de lo político. «Si los problemas sociales son transformados en problemas técnicos, habría una y sólo una solución En lugar de una decisión política entre distintos objetivos sociales osibles, se trataría de una solución tecno-científica acerca de los medios correctos para lograr una finalidad prefijada. Para ello es posible prescindir del debate público; no cabe someter un hecho técnico o una ‘verdad científica’ a votaclón.
El ciudadano termina reemplazado por el experto». Ahí es donde el cortocircuito señalado halla su punto de cierre: la centralidad de lo comunicación en nuestra sociedad significa, disolución de a realidad de lo político. Cultura y política: las mediaciones constitutivas No son unicamente los límites del modelo hegemónico los que os han exigido cambiar de paradigma. Fueron los tercos hechos, los procesos sociales de América Latina, los que nos están cambiando el «objeto» de estudio a los investigadores de comunicación.
Para percibir esto no hay más que ojear los títulos de seminarios y congresos latinoamericanos sobre comunicación en estos últimos cinco anos y constatar la presencia obsesiva de los términos «transnacionalización», «democracia», «cultura» y «movimiento popular’. Con la cuestión transnacional lo que es nombrado no es a mera sofisticación del viejo imperialismo, sino una nueva fase en el desarrollo el capitalismo, en la que justamente el campo de la comunicación entra a jugar un papel decisivo.
Lo que aparece en juego ahora no es la imposición de un modelo económico, sino el «salto» a la internacionalización de un modelo polltico. Lo cual obliga a abandonar la concepción que se tenía de los modos de lucha contra la «dependencia», pues «es muy distinto luchar por independizarse de un país colonialista en el combate frontal con un poder geográficamente definido, a luchar por una identidad propia dentro de un sistema transnacional, difuso, complejamente interrelacionado e interpenetrado».
Y como la transnacionalización juega primordialmente en el ca nologías de comunicación 8 OF -satélites, comunicación donde la cuestión nacional encuentra ahora su punto de fusión. Y ello tanto en el cuadro de las relaciones de clases como en el de las relaciones entre pueblos y etnias que convierten a la Nación en un foco de contradicciones y conflictos inéditos. Conflictos cuya validez social no cabe en las fórmulas políticas tradicionales, ya que están dando nacimiento a nuevos actores sociales que ponen en cuestión la cultura política tradicional tanto en la derecha como en la izquierda. ??De qué conflictos se trata? No sólo de aquellos obvios que aparecen como el costo social que acarrea la pauperización creciente de las economías nacionales y el desnivel por tanto siempre mayor de las relaciones económicas internacionales, sino de aquellos otros conflictos que la nueva situación produce o saca a flote y que se sitúan en la intersección de la crisis de una cultura política y el nuevo sentido de las políticas culturales. Se trata de una percepción nueva del problema de la identidad -por más ambiguo y peligroso que el término parezca hoy- de estos países y del subcontinente.
Puesto qué la identidad no hace frente únicamente a la homogeneización descarada que viene de lo transnacional, sino a aquella otra, que enmascarada, viene de lo nacional en su negación, deformación y d e la pluralidad cultural chantaje en que opera frecuentemente lo nacional, aparece Inscrita en el movimiento de profunda transformación de lo polltico que conduce en las izquierdas latinoamericanas a una concepción ya no meramente táctica, sino estratégica de la democratización, esto es, en cuanto espacio de transformación de lo social».
Frente a las propuestas que orientaron el ensamiento y la acción de las izquierdas hasta mediados de los años setenta – organización excluyente del proletariado, la política como totalización, la denuncia de la trampa parlamentaria burguesa- en los últimos años se abre camino otro proyecto ligado estrechamente al redescubrimiento de lo popular, al nuevo sentido que esa noción cobra hoy: revalorización de las articulaciones y mediaciones de la sociedad civil, sentido social de los conflictos mas allá de su formulación y sintetización política y reconocimiento de experiencias colectivas no encuadradas en formas partidarias.
Lo que se halla en proceso de cambio es la concepción misma que se tenía de los sujetos políticos. A una concepción substancialista de las clases sociales, como entidades que reposan sobre sí mismas, autosuficientes, corresponde una visión del conflicto social como manifestación de los atributos de los actores. pero entonces «el proceso político, en sentido estricto, no sería productivo, no generaría nada sustancialmente nuevo». Y sin embargo las relaciones de poder tal y corno se configuran en cada formación socia no s esión de atributos, sino producto de conflictos